Invisible doncella de pálido rostro,
caminando etéreos pasos sobre la nieve,
sin nada que denuncie su presencia,
sin nadie que note su intenso dolor.
La vida transcurre lenta a través de las sombrías ventana
tras las que la dulcemente invisible dama reposa.
~¿Cuándo me libraras de mi dolor?
Llora la doncella lágrimas de amargura.
~¿Alguien notara mi soledad?
Cuestiona con voz quebrada
a la vida que insulsa pasa de largo...
al lado de un ser invisible.
Cubierta de lágrimas, encorvada de dolor;
así vive -si es que merece llamarse así-
mudos gritos muertos en sus labios cerrados,
los ojos opacos, muertos de tanto llorar.
~¿Cuánto más deberé penar?
Clama la doncella de hinojos ante la inmensidad,
el abismo de la oscuridad abre su tenebrosa boca
y en ella la dama se ha despeñado...
Nadie lloró aquella llama extinta,
ningún lamento rasgó el silencio,
invisible fue su muerte,
como también su vida invisible fue.
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